jueves, 24 de junio de 2010

Irritación ocular, un trastorno propio del verano

EL CONTACTO DE LOS OJOS CON EL CLORO O EL AIRE ACONDICIONADO ORIGINA ENROJECIMIENTO Y LAGRIMEO

Humo de tabaco, polvo acumulado o largas jornadas frente al ordenador. Todas estas situaciones de la vida diaria producen habitualmente irritación ocular, cuyos principales síntomas son el enrojecimiento y/o lagrimeo de los ojos. Pero con la llegada del verano hay otras situaciones añadidas que provocan un aumento de la prevalencia de las irritaciones oculares: el aire acondicionado, el cloro de las piscinas, la arena de la playa, las salidas más frecuentes en ambientes cargados, etc. Junto con la piel, los ojos son una de las partes del cuerpo más expuestas a padecer patologías leves durante el verano.


FOTO: Vincci Hoteles Flickr

El frecuente contacto de los ojos con el agua del mar y, sobre todo, con el cloro de las piscinas origina en muchas ocasiones una irritación ocular. Si nos bañamos en agua demasiado clorada el fino tejido que recubre la parte posterior del párpado (la conjuntiva) se irrita dando lugar a un enrojecimiento de la conjuntiva. Claro que tampoco es conveniente sumergirse en aguas que no estén tratadas con los niveles necesarios de cloro porque, precisamente, su finalidad es la de eliminar gérmenes y bacterias que, de entrar en contacto con los ojos, podrían provocar importantes infecciones.

El salitre y el cloro irritan los ojos y para evitar el efecto que producen es aconsejable no abrirlos bajo el agua y si se hace, emplear gafas de bucear, que en muchos casos se pueden personalizar con la graduación óptica necesaria. Las gafas de buceo homologadas también protegen del sol y de su reflejo en el agua al incorporar un filtro ultravioleta.

Si la irritación ocular es debida a una agente como el cloro lo recomendable es evitar, en la medida de lo posible, el contacto con ese agente irritante y utilizar soluciones oftálmicas como los descongestivos oculares, que alivian las molestias y el enrojecimiento y escozor, sobre todo en caso de que la exposición de los ojos a estas sustancias o al aire acondicionado no puedan evitarse y sea continuado.

Protección frente al sol

Prácticamente todo el mundo conoce que la radiación solar daña la piel, pero muy pocos son conscientes del daño que produce en nuestros ojos. De todas las radiaciones ultravioletas emitidas por el sol, la C es mayoritariamente absorbida por la capa de ozono, y la mínima cantidad que llega a la superficie terrestre no es potencialmente nociva para los ojos. Sin embargo, la exposición prolongada de los ojos a las radiaciones A y B (UVA y UVB) puede conducir a la aparición de alteraciones oculares severas si además se dan una serie de circunstancias, como tomar medicamentos fotosensibles, que potencian el efecto de las radiaciones, padecer cataratas, ya que aumentan la dispersión de la luz, o permanecer un tiempo excesivo al sol.

La mejor manera de evitar esta amenaza es mediante la protección solar ocular, principalmente con el uso de gafas de sol, recomendadas para todas las edades. Las lentes apropiadas puedan aportar una protección de amplio espectro (hasta un 99% de la radiación UVA y UVB). El problema es que las gafas de sol se suelen elegir más por el diseño o el precio que por motivos sanitarios. La elección de las gafas se debe ajustar a criterios sanitarios y al perfil del usuario y es necesario adquirirlas en un establecimiento sanitario y aconsejado por un profesional de la salud, asegurándose de que nos protegen de los rayos ultravioleta y que cumplen con las normas de seguridad de la Unión Europea.

Cuidado con las lentillas

Un factor de riesgo añadido para los ojos en el verano es ser usuario de lentes de contacto. Por eso, los expertos aconsejan prescindir de las lentes de contacto cuando se vaya a tomar sol o a darse un baño en el mar o en la piscina.

Además, hay que evitar que las lentillas permanezcan en su estuche expuestas directamente al sol o a temperaturas excesivas, así como reducir el número de horas de uso para evitar que el ojo se reseque en exceso por el viento o el aire acondicionado y se produzcan lesiones.


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